jueves, 28 de marzo de 2013

LA FLEXIBILIDAD METABÓLICA I

  Si hay algo que define al ser humano es su plasticidad metabólica, y es ésto precisamente, lo que hace posible que podamos funcionar perfectamente con distintos macronutrientes a la hora de obtener la energía de los alimentos.

    Es una incógnita la proporción adecuada de hidratos, proteínas y grasas que deben ser consumidas para que puedan desplegar todo el potencial que nuestra propia especie posee, y es en éste punto quizás, donde al tratar de encontrar el balance justo, erramos con más facilidad.  ¿Cuál debe la dieta perfecta para el ser humano...?, ¿alta en hidratos o  alta en grasas?, ¿cuántas proteínas han de ser consumidas?, ¿muchas, pocas...?, en realidad encontrar el equilibrio justo parece una tarea titánica, pero además, al mirar los distintos pueblos y culturas ancestrales que  aún subsisten a pesar de la civilización moderna, nos podemos dar cuenta que la información ofrecida, más que resolver las dudas, las acrecientan. ¿Entonces?, creo que no hay una respuesta definitiva o concluyente que tenga una vigencia universal; el ser humano se distingue precisamente del resto de animales de su entorno, por su plasticidad metabólica.



  Quizás esa respuesta no deba ser buscada en la globalidad actual, donde es difícil, por no decir imposible, encontrar ese patrón óptimo como si de una  pócima vital se tratase...,pero creo sinceramente que ésta cuestión resulta secundaria. Nuestro mayor peligro no se encuentra en una combinación imperfecta o alejada de nuestra propia esencia, sino más bien en la tergiversación de la naturaleza de los mismos alimentos que consumimos.

  Hoy en día se ha realizado tal modificación de los alimentos que habría que denominarlos de forma más acertada como sustancias. Tengo la sensación (quizás me esté equivocado) que el error más grave en nuestra moderna alimentación no está en realidad en ese hipotético desequilibrio entre los distintos sustratos energéticos,  sino más bien la manipulación que éstos han sufrido con el fin de hacerlos más productivos, y ésto significa convertir nuestra propia comida en productos  inalterables, apetitosos  y por supuesto baratos. Las consecuencias de ésta "dinámica perniciosa", creo que no hace falta buscarlas en ninguna enciclopedia, las podemos ver simplemente mirando a nuestro alrededor; y éste es precisamente el punto que más ha contribuido al declive de nuestra salud y no tanto si nuestras comidas son más o menos grasas, o más o menos calóricas. La desnaturalización es la que ha traído la pandemia de enfermedades que asola el planeta. Por tanto, si para nosotros, la salud es un puntal importante de nuestra existencia, hemos de procurar alejarnos de todos aquellos alimentos que han sido previamente manipulados, porque nunca se han realizado pensando precisamente en nuestro bienestar, (no me refiero a comodidad).

  Por otro lado hemos de tener en cuenta que la manipulación, no solamente se presenta en esa comida envasada; existen infinidades de manipulaciones que no son precisamente percibidas como tales, y con ellas me refiero principalmente al conglomerado de actuaciones realizados en el campo de la genética, donde podríamos encontrar las variedades modificadas de prácticamente cualquier alimento, desde cereales, legumbres, frutas, hortalizas, etc. Entonces, ¿qué hacer?, si tratamos de escapar de toda esa serie de alimentos que de alguna manera han sido mancillados por la mano productiva del hombre, me temo que no existe una forma adecuada de hacerlo. De una u otra forma, la práctica totalidad de los alimentos que llegan a nosotros han sido previamente "trastocados" en su originalidad, no solo genética, sino también tratados para hacerlos más resistentes en el tiempo, de tal forma que sean capaces de aguantar de forma inalterable y perdurable en las estanterías del supermercado. Con éste panorama sombrío hemos de tratar de convivir, y a pesar de ello sobrevivir; no nos queda más remedio, nuestro instinto nos impulsa a ello. Creo que fácilmente podemos sortear los productos que pueden ser más nocivos para nosotros, que no son otros que aquellos que no existen como tal en la naturaleza, por tanto, si hemos de renunciar a algo, es precisamente a esa parte productiva de nuestra evolución, aunque puestos a desechar también limitaría aquellos otros "alimentos" como los cereales y las legumbres, no solamente por las posibles intolerancias que pueden crear en nuestro organismo (lectinas, gliadinas, etc), sino por el desbalance energético que pueden ocasionar al ser consumidos junto alimentos propios del paleolítico,  no eran tan ricos en hidratos de carbono. Creo que en éste último caso, las reglas del juego finamente calibradas por la propia naturaleza se rompen.

   Si somos capaces de sustraernos a ese influjo marcadamente comercial que todo lo inunda, y evitamos todos aquellos alimentos de reciente introducción habremos dado un paso de gigante en beneficio de nuestra salud.  No es tanto, si como muchos o pocos hidratos, o si mi alimentación es rica en grasa o no lo es; lo más importante de todo es precisamente la naturalidad de la comida. Ese es el aspecto más importante y primordial, a mi modo de ver la cosas, para mantener una salud adecuada.

  Pero volviendo al tema de la plasticidad metabólica, ésta nos sugiere que el ser humano puede convivir con una proporción cambiante de macronutrientes manteniendo un grado satisfactorio de bienestar, aunque como expliqué anteriormente, siempre me refiero a alimentos ancestrales.

   El hombre puede funcionar perfectamente, y a los hechos me remito, con proporciones cambiantes de hidratos, grasas, y proteínas; pero además puede mantenerse esporádicamente  con pocas calorías o por el contrario con más de las necesarias, y por si fuera poco, también puede utilizar en determinadas circunstancias, distintos productos intermediarios con la misma eficacia que los propios macronutrientes. ¿Qué quiero decir con todo ésto?, pues precisamente que si algo hay que fomentar en el ser humano es todo aquello que acrecienta esa plasticidad metabólica, que se traduce sencillamente en  VARIEDAD, no solamente con el tipo de alimentos consumidos, sino también en la cantidad y la proporción de cada sustrato energético ingerido, ésto significa que el hombre puede adaptarse a pasar épocas de ayunos o periodos más o menos prolongados con restricción calórica junto a otros de mayor opulencia. Éste parece ser el punto real de nuestro diseño genético, no existe  una proporción óptima, ni un alimento perfecto que deba ser considerado en el más alto sentido de la palabra como HUMANO. Podemos vivir, y de hecho vivimos, precisamente gracias a esa variedad,  a esa flexibilidad que nuestro metabolismo nos ha permitido. Hemos subsistido, fruto a esa capacidad de adaptación constante y continua, a épocas difíciles y complicadas y a otras, en cambio más sencillas, pero ese camino llevado a lo largo de nuestra evolución es el que ha marcado exactamente qué es lo que somos. Ahora que entendemos que no existe "el bálsamo de fierabrás", que no existe un combinación única y proporcionada  de macronutrientes, ahora que sabemos que el ser humano es un ser complejo y en determinados aspectos incomprensible, quizás ahora es cuando estemos en la mejor disposición para comprender que si buscamos la potenciación de nuestra esencia a través de los alimentos, la combinación perfecta para llegar a ello, es precisamente la ausencia de reglas. Efectivamente, si queremos potenciar nuestra salud, si queremos llegar al estado óptimo que nuestra propia naturaleza posee, hemos de jugar sin reglas, pues no fueron ellas las que determinaron nuestra evolución, sino más bien el azar.

   Ésta plasticidad metabólica, no solamente se  circunscribe al ámbito de la alimentación, creo que habría que considerar al ser humano como una obra de arte que fue diseñado sin las normas convencionales que podemos entender como necesarias en cualquier proceso natural; su construcción obedece más bien a circunstancias cambiantes  e indeterminadas, fruto de situaciones extremas cuya resolución en muchos de los casos obedeció a la mera casualidad. Por tanto, si de potenciar las virtudes del hombre se trata, nuestra mejor estrategia podría ser precisamente la ausencia de preceptos. La improvisación, el azar y la alternancia pueden ser los valores más importantes a tener en cuenta para perseguir las virtudes más elevadas que nuestra especie puede albergar. Es por ésta razón que el ser humano muere en la rutina..., que busca trascendencia a lo convencional y necesita de constantes retos, porque en definitiva ese afán transgresor se constituye en el calificativo más adecuado de su propia identidad. Por tanto y precisamente por éstos motivos, nuestra mejor estrategia para alcanzar ése estado óptimo, ha de ser el cambio constante y  la improvisación. Alternar por un tiempo limitado comidas ricas en grasas, por otros con un mayor consumo de frutas y vegetales, o periodos con muchas calorías seguidos de otros con ayunos o bajo consumo de alimentos se constituye, más que en una herramienta para alcanzar un buen estado de salud, en una auténtica necesidad para encender nuevamente aquellos genes que más se implicaron en nuestro proceso evolutivo.

  Resumiendo, el ser humano no se constituyó en un portento de la naturaleza por mantener un esquema rígido e inflexible ante las circunstancias cambiantes de su entorno. La flexibilidad metabólica fue la que permitió obtener rédito de situaciones que de otro modo hubiesen supuesto un obstáculo insalvable en el proceso evolutivo.

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