miércoles, 24 de abril de 2013

¿MERECE LA PENA DISCUTIR POR LA PALEODIETA?

Es frecuente observar acalorados debates en torno al tipo de dieta que puede ser más saludable para el ser humano, y aunque sí parece existir un mayor consenso en contra de esa dieta moderna basada en alimentos procesados, rica en azúcares, fructosa y grasas trans, no todo el mundo parece convencido de ello.

Pero por regla general la gran mayoría de las personas comienzan a mostrar una preocupación creciente en torno a la alimentación, y ésto es así por desgracia, porque los poderes públicos que deberían "velar por nuestra salud" parecen mirar a otro lado cuando las estadísticas muestran tasas de obesidad alarmantes, enfermedades degenerativas sin precedentes, y un sin fin de enfermedades de origen autoinmune que parecen conducir al ser humano a un callejón sin salida. Creo que todos sabemos que los intereses creados en torno a la enfermedad generan pingües beneficios a industrias químicas y farmacéuticas, pero además la mayor parte de las partidas presupuestarias de los gobiernos se desvía precisamente al sistema sanitario con el fin de arreglar éste desaguisado, pero la verdad con escasas fortuna.


Por tanto, sólo queda el individuo como último garante de su salud. Es una lástima que el hombre deba disipar sus energías en dicho fin en lugar de otros más productivos, pero actualmente no queda más remedio que dedicar una parte sustancial del valioso tiempo en desentrañar los peligros que nos atenazan, no sólo por alimentos "envenenados" por culpa de pesticidas y aditivos diversos, sino también por aquellos alimentos de reciente introducción que tanto daño están causando a la población, me refiero a todos los que han sido de alguna manera alterados o manipulados en su originalidad con el fin de hacerlos más productivos y resistentes, empleando para ellos técnicas de ingeniería genética. Por tanto, ante éste panorama tan sombrío me parece un tanto absurdo que existan voces que se levanten en contra de la paleodieta por poner un ejemplo, en lugar de señalar a todos esos alimentos quede forma individual tanto daño están causando a la humanidad. Quizás no es tanto una cuestión de encontrar la proporción óptima de los distintos macronutrientes, (convencido estoy de ello) sino de buscar los alimentos más naturales posibles, y dentro de esa naturalidad, aquellos que además han sido utilizado durante mucho más tiempo, porque en realidad esa es la única prueba fehaciente que les otorga el privilegio de ser saludable.

En éste sentido, cabe preguntarse si los cereales estarían incluidos en esa consideración temporal, pero al compararlos con aquellos otros que han permanecidos con nosotros durante toda nuestra evolución, creo que la respuesta es obvia. ¿Los desecharía ?, tal vez no, pero limitaría su consumo en la medida en que dispongo de otros alimentos que sí han sido capaces de pasar el cedazo del tiempo sin mayores problemas, pero que duda cabe, que prestaría mucha atención a cereales como el trigo, cebada o maíz, dada la prevalencia de personas que están mostrando efectos adversos ante las gliadinas del gluten, no solo por la enfermedad celiaca como tal sino por una posible sensibilidad aumentada al gluten que está causando una serie de trastornos más difusos pero de consecuencias también nefastas para la salud, y que además se presentan en una proporción muy amplia de la población. Entonces por qué complicarme con dichos alimentos si dispongo de otros que pueden ser considerados como menos problemáticos.

Pero en lugar de atender a ésta cuestiones, que bajo mi punto de vista son mucho más importantes con respecto a la salud, muchas personas prefieren centrarse en criticar distintas tendencias alimenticias que por alejarse de las pautas oficiales, consideran como perniciosas para la salud. Sinceramente me parece un debate absurdo. Si nos atenemos a las distintas sociedades de cazadores-recolectores que aún subsisten en la época actual manteniendo sus antiguos hábitos alimenticios, podemos comprobar que todos ellos se mantienen saludables, ya sea con una alimentación rica en hidratos o todo lo contrario, con dietas altas en grasas; y solo cuando su dieta natural es alterada por la introducción de alimentos elaborados o procesados es cuando comienzan a mostrar los mismos problemas de salud que por desgracia conocemos desde hace tiempo.

Creo sinceramente que la paleodieta se constituye en la mejor elección porque no se circunscribe a proporciones rígidas de ningún macronutriente. La realidad del ser humano, que se configuró en el transcurso de su evolución, mostró una alta flexibilidad para alimentarse en función de circunstancias variables y no de esquemas o pautas rígidas como actualmente se pretende imponer esgrimiendo una mejor asimilación de nutrientes o unos mejores valores de glucosa en sangre. Pero para ser honestos algo de razón pueden tener para imponer 5 o 6 comidas regulares a lo largo del día, ¿por qué? porque precisamente la única manera de mantener los niveles de glucosa en sangre con un alto consumo de azúcares y cereales es realizando pequeñas comidas a lo largo del día. Solo cundo nuestro cuerpo vuelve a experimentar con alimentos naturales y se deja de discriminar a las grasas por consideradas culpables del exceso de colesterol y de enfermedades cardiovasculares, nos damos cuenta que las necesidades reales de comidas son mucho menores que las pautadas, ¿cuántas? no lo sé sinceramente, porque ésto es una cuestión individual que vendrá determinada en muchos casos por nuestro propio metabolismo, donde las bacterias intestinales tienen mucho que decir, y también por el tipo de actividad física realizada.

Por tanto ante un debate donde se ponga en tela de juicio la Paleodieta, creo que es mejor no "entrar al trapo", porque hay algo que nos avala, y no me refiero precisamente al gran número de publicaciones científicas que en ése sentido se manifiestan, sino a algo tan sencillo de entender como que nosotros hemos tenido la ocasión de comprobar los efectos. ¿Cuántas personas que nos critican han experimentado en sus propias carnes el resultado de nuestra dieta? Respuesta: ninguna.

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