miércoles, 8 de mayo de 2013

INFLAMACIÓN Y ESTRÉS


    Hoy en día,  el ritmo de vida frenético que se lleva parece ser que predispone al estrés, y éste a su vez genera una serie de trastornos nos solo de tipo psíquico sino también físico. Muchas de las patologías que presenta el ser humano son achacables a ese cajón de sastre en que se ha convertido el estrés.

      Pero si nos damos cuenta no todas las personas reaccionan del mismo modo ante las mismas circunstancias, e incluso nosotros podemos reaccionar de manera diferente ante una situación similar en distintos momentos de nuestra vida. ¿Por qué hay veces que nos sentimos fuertes y capaces y otros, en cambio, nos encontrarnos mucho más susceptibles o vulnerable?. ¿Y si en realidad todos nuestros problemas psicológicos no parten del mundo exterior sino que proceden de nosotros mismos?



En otras ocasiones ya he mencionado los problema que se originan por una dieta inadecuada, y como esa misma dieta puede modificar nuestras bacterias y alterar la mucosa intestinal. Ésta alteración de la mucosa abre huecos en ella y permite la entrada de toxinas, bacterias y proteínas extrañas que en definitiva debían haber abandonado nuestro organismo sin más; ésto desencadena una reacción de nuestro sistema inmunológico provocando intolerancias y/o alergias, pero también podría significar el inicio de una Enfermedad Autoinmune.  La gran mayoría de los anticuerpos se crean ante proteínas desconocidas, lo que puede ocasionar que en un momento determinado, y como consecuencia  de su labor desbordada, confunda esas proteínas extrañas, con partes propias del cuerpo y comience a atacarlas, como ocurre con La Enfermedad Crohn, Colitis Ulcerosa, Artritis Reumatoide, Diabetes, Parkinson, etc, .

Pero volviendo a éste daño de la mucosa intestinal, hay que señalar que toda agresión o alteración que se produce en nuestro organismo se produce una serie de citoquinas inflamatorias, como el interferón, interleuquina  y factor de necrosis tumoral que actuarán a nivel local, sin embargo algunas de ellas pueden entrar en el flujo sanguíneo, y transmitir señales  a  órganos distantes, incluyendo el cerebro. El exceso de éstas moléculas en el cerebro,  podría dañar a las neuronas, pudiendo acarrear una series de trastornos psicológicos que van desde la ansiedad, agresividad, depresión, perdida de memoria, etc, y de éste modo contribuir a una respuesta alterada ante determinados acontecimientos de nuestra vida cotidiana. Esta tendencia a sobredimensionar de forma más emotiva nuestras vivencias supone una carga añadida a  nuestra vida ya de por sí muy activa, lo que posibilita la aparición del estrés, y con ella la activación de 2 vías que parten del cerebro:

-Eje Hipotalámico-Pituitario-Adrenal.

-Eje Cerebro-Intestino.

-EJE HIPOTALÁMICO-PITUITARIO-ADRENAL. Ése estrés mantenido por tiempo se convierte en crónico y supone la  activación del eje hipotalámico-pituitario-adrenal.  La principal  respuesta del cerebro frente al estrés es el aumento en la producción de una proteína del hipotálamo llamada factor liberador de corticotropina (CRF). El CRF viaja desde el hipotálamo hasta la glándula pituitaria, donde induce la liberación de otra hormona, el factor liberador de adrenocorticotropina (ACTH). Esta hormona viaja a través del torrente circulatorio hasta las glándulas adrenales en donde liberan cortisol y adrenalina. La exposición a la adrenalina y el cortisol de forma crónica, podría estar relacionada con  enfermedades cardiovasculares, la hipertensión arterial, cáncer, problemas del sistema inmune, diabetes, así como un deterioro de nuestra flora intestinal creando un círculo vicioso.´

   No voy a entrar de forma detallada en los efectos perniciosos que conlleva niveles elevados de cortisol de forma crónica porque ya lo hemos visto en muchas ocasiones, tan solo mencionar que puede reducir el hipocampo, que es la parte del cerebro encargada de la formación de nuevos recuerdos de los acontecimientos experimentados, lo que puede producir pérdida de memoria, pero también afecta a la función de los transportadores GLUT-4, que es dependiente de la insulina, aumentando los niveles de glucosa en sangre, a la vez que favorece la gluconeogénesis a expensas de nuestra musculatura, éste proceso degenera en resistencia a la insulina y una mayor acumulación de grasa, principalmente en nuestra zona abdominal.

 Pero el estrés a nivel intestinal genera una serie de consecuencias nocivas; la disminución de  flujo sanguíneo,  provoca a su vez una menor oxigenación y un menor absorción de nutrientes, así como cambios en la secreción gastrointestinal, y una menor recuperación de la mucosa digestiva, contribuyendo de éste modo a intensificar su deterioro. El estrés crónico también provoca un aumento de glutamato en el cerebro que es un neurotransmisor que, en exceso, puede causar migrañas,  depresión y la ansiedad.

 EL EJE CEREBRO-INTESTINO. Es el que une el cerebro  y el intestino por el nervio vago (nervio que va desde el tronco cerebral hasta el cerebro entérico en el abdomen), Supone una vía que actúa en ambas direcciones de tal forma que una inflamación intestinal afectaría también al cerebro, y viceversa un trastorno mental tendría su afectación en su referente entérico.

En resumen,la inflamación de nuestro intestino a causa de una dieta inadecuada, genera una alteración de nuestra mucosa y de nuestras bacterias, ésto provoca inflamación, la cual por los mecanismo descritos puede instaurarse igualmente en el cerebro causando una serie de trastornos psicológicos que acaba incidiendo nuevamente en nuestro intestino, formándose un circulo vicioso.

Se debería sospechar problemas a nivel intestinal, cuando por cualquier circunstancia externa,  nuestra respuesta emocional es desproporcionada. Puede ser el caso de conductas agresivas, de ansiedad, de enojo, de tristeza, de depresión, de miedo, etc, aunque en muchas ocasiones la causa o el motivo no existe como tal. Pero además la falta de motivación, la apatía, la desgana también podría estar detrás de los procesos mencionados. Si éstos comportamientos no desaparecen rápidamente, conviene actuar, para evitar que por ese mecanismo de retroalimentación mencionado, la cosa acabe degenerando en una enfermedad más grave.

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