domingo, 20 de julio de 2014

POR ENCIMA DE LA NATURALEZA

   Muchas veces me pregunto en qué momento de nuestra evolución rompimos con las reglas del juego… Qué es lo que precipitó nuestra salida de la naturaleza, arrojándonos irremediablemente a la angustia de eso que algunos llaman "vacío existencial". Se podrá decir que fue el desarrollo de nuestra inteligencia la que puso punto y final a esa magistral tutela ejercida hasta entonces por la “madre naturaleza”, pero no pudo ser ella la causante de esta fractura irremediable que nos hizo trascender del comportamiento instintivo, para tomar consciencia de nuestra propia existencia como ente diferente. Pero, sean por los motivos que sean, creo que esta cuestión, sin solución aparente, debería ser dilucidada, si es que es menester, de manera individual, pues las contingencias de sus conclusiones de poco pueden servirnos en nuestro día a día.
    
    No somos los únicos dotados de inteligencia, eso es indiscutible; pero nuestro pensamiento es capaz de transcender rompiendo las reglas del juego para imponer otras diferentes, eso es lo que nos hace diferentes de otros animales inteligentes. Pero al hacerlo, olvidamos algo de vital importancia, mientras que nuestra mente puede expandirse sin límites aparentes, nuestro cuerpo permanece anclado firmemente a sus raíces naturales, y esas cadenas condicionan irremediablemente nuestra existencia. No hay nada malo en ello, pero pensar que esos vínculos no existen es simplemente absurdo.

    A lo largo de todos estos post he hablado bastante sobre nutrición y entrenamiento, y también de sentido común. Si nos dejamos llevar por los pensamientos y nos olvidamos que una parte de nosotros mismos permanece inexorablemente unida a la naturaleza, podríamos fragmentar completamente el ser. La cuestión es encontrar ese equilibrio entre lo que pensamos y lo que hacemos, y esto último ha de respetar las raíces que nos fijan al suelo. Este es el único peaje que debemos a pagar por un pensamiento libre.

    Sé que es tentador estimar en todos los casos la veracidad del pensamiento, y creer por ello que nuestro cuerpo puede convertirse en ese portento que a todos nos gustaría lograr, pero esto nos convertiría en dioses, como aquellos que me sirvieron de introducción en el último post. Pero no, esa posibilidad no existe como tal; si somos respetuosos con nuestras raíces ancestrales podremos alcanzar el equilibrio adecuado que es lo que nos otorgará la mejor versión de nosotros mismos.

    Si tratamos de redefinir aquellas reglas fijadas por la naturaleza para adaptarlas a una nueva versión del hombre, romperemos ese equilibrio y las consecuencias para nada serán las esperadas. Lo estamos viendo constantemente, esa versión aséptica del ser humano que trata de acabar definitivamente con los lazos que le mantiene unido a sus orígenes lo único que ha conseguido, además de su orfandad, es una triste decadencia. Es lógico, al igual que la planta se marchita cuando sacamos sus raíces fuera de la tierra, el hombre, al dejar de nutrirse de esa naturaleza progresivamente aniquilada, ha ido perdiendo su vitalidad. Aunque esto podría no percibirse, pues nunca podrá echarse de menos aquello que antes no se ha experimentado, esa es la auténtica verdad.

    Pero, cabe preguntarse, ¿qué es lo que hemos ganado con todo esto?, absolutamente nada. Podríamos pensar que romper los lazos con la naturaleza nos ha hecho más libres, pero la realidad indica que ha sucedido todo lo contrario. El comportamiento antes regulado por el pensamiento siguiendo el dictado de una fina y equilibrada regulación hormonal es ahora pautado por un sinfín de normas consensuadas que han reprogramado su funcionamiento haciendo del desajuste nuestra forma de vida.

    La comida altamente procesada, artificialmente elaborada y nuevamente diseñada en los laboratorios de grandes compañías farmaceuticas y químicas es la materia prima de la que nos nutrimos. Nada de lo que comemos es, ni será, como antaño..., pero además de eso, una nueva caterva de normas tratan de reprogramar nuestro comportamiento aniquiliando lo que aún nos queda de ser natural
Comemos un tropel de veces al día porque así lo establecen los cánones actuales. Los cereales, antaño desconocidos en la dieta del ser humano, se han convertido en el paradigma de una nutrición sana, equilibrada y nutritiva, y si además añadimos 5 piezas de fruta podríamos considerarnos incluso como modélicos. Y esto sería en el mejor de los casos... Pasamos la mayor parte de nuestro tiempo sentados frente al ordenador, en la televisión, en el trabajo o en el coche…, pero pensamos que lo podemos suplir con creces porque entrenamos en un gimnasio y nos damos palizas de muerte. Aunque no acaba aquí la cosa, que va, en invierno pasamos calor por el exceso de ropa y calefacción y en verano hacemos lo contrario. Nuestro sistema hormonal se encuentra desajustado porque nuestros ritmos de vida son independientes a los ciclos que marcan el día y la noche, y así podríamos seguir con un sinfín de cambios. Pero realmente, ¿hemos mejorado?, ¿es esta la libertad ansiada?

    Creo que todos debemos buscar ese equilibrio tan necesario para dotarnos de salud, sin la cual nada de lo demás importa. Nuestros pensamientos pueden, y deben viajar lejos (pues ese es nuestro don), pero no así nuestro cuerpo, que siempre debe permanecer unido a la naturaleza a la que pertenece. 


    Son miles y miles los estudios científicos realizados con el fin de redescubrir los aspectos esenciales del ser humano, aunque ninguno de ellos podría arrojar bondades mejores que el total apego y compromiso con lo que fue nuestro pasado evolutivo, porque no podemos olvidar que sus huellas permanencen aún impresas en cada una de las células y bacterias de las que somos portadores, pero si por un casual, alguno de estos estudios arrojase conclusiones de una historia diferente, simplemente desconfiad.

1 comentario:

  1. Esta web es increible, tus articulos ayudan un monton, gracias por todo.

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