viernes, 17 de octubre de 2014

UN CAMBIO DE ACTITUD

   Tratar de resolver de forma definitiva el problema de la obesidad es una cuestión tan complicada que en la mayoría de las ocasiones aquellos valientes que realizaron el intento volvieron, desgraciadamente, para contarlo.

   Sabemos que el sobrepeso y la obesidad pueden asentarse como posibles causas de otras enfermedades como son la diabetes tipo 2 (aquí), las enfermedades cardiovasculares (aquí), las enfermedades autoinmunes (aquí) y el propio cáncer (aquí), y esto en sí debería ser motivo más que suficiente como para planterarnos disminuir drásticamente los centímetros de nuestra cintura; pero ni tan siquiera este conocimiento del riesgo es suficiente como para lograr esa perdurable y necesaria pérdida de peso.


   Para mantener un peso óptimo todos parecen tenerlo bastante claro: contención calórica y actividad física. Claro, esta es la receta que habitualmente emplearon todos aquellos entusiastas que volvieron cabizbajos al origen del movimiento tras recuperar los kilos perdidos. Pero, ¿es qué acaso no funciona?. Sí, claro que funciona, pero no es suficiente para lograr una contundente y definitiva victoria.

   Tenemos que pensar que al igual que la obesidad y el sobrepeso pueden ser el origen de muchas otras patologías, también diversos trastornos pueden favorecer la acumulación del tejido adiposo en nuestro organismo, poniendo piedras en nuestro camino. Los que lleváis tiempo leyéndome seguro que ya estáis pensando en la disbiosis intestinal, en la inflamación y en distintas resistencias hormonales como posibles "primeras causas" que predisponen a la obesidad y al resto de enfermedades mencionadas. Es cierto, parece que la inflamación podría ser esa primera rueda dentada cuyo movimiento pone en marcha una maquinaria de diferentes engranajes que conducen finalmente a la enfermedad (aquí, aquí, aquí) aunque no sólo física, sino también mental, de hecho la relación entre la inflamación y la depresión no es "un cuento de chinos" (aquí). Pero si realmente fuese la inflamación la rueda que pone en marcha ese mecanismo destructor dentro de nuestro organismo, la pregunta que cabría hacerse ahora es, si disminuyendo sus niveles se podría resolver todo lo demás. No estoy muy seguro del éxito, ¡para qué vamos a engañarnos!, de hecho, veo la inflamación como algo tan intangible que dificilmente podríamos rebajarla de modo satisfactorio sin resolver previamente algunos de los mismos problemas que ella causa. Esto sería como solucionar la paradoja de la gallina o el huevo. La inflamación puede causar determinadas resistencias hormonales y estas conducirnos al sobrepeso y la obesidad, pero a su vez, esta, en determinados casos se convierte en un nuevo foco emisor de citoquinas pro-inflamatorias como IL-6, IL-1β, IL-8, TNF-α y de otros moduladores de carácter inflamatorio como la leptina o resistina, que podrían causar nuevos trastornos en otras aéreas de nuestro organismo, como puede ser el cerebro. Cualquiera que sea la causa de la inflamación, esta tiende a permanecer en el cuerpo por diferente vías que la alimentan directa o indirectamente. Entre las causas directas más comunes podríamos destacar ser obesidad, las enfermedades periodontales, y por supuesto, la disbiosis intestinal, aunque cualquier alteración de la homeostasis podría involucrar una respuesta inflamatoria alterada por parte del sistema inmune. No obstante, las causas indirectas también pueden mediar en la respuesta inflamatoria perpetuando este estado. En este caso, me estaría refiriendo a los glucocorticoides. En principio, alguna de sus funciones debería ser la de "bloquear" la respuesta inflamatoria del sistema inmune inhibiendo los factores de transcripción de la vías inflamatorias como el NF-kB, STAT3 o MAPKs, lo que traducido significa que el cortisol debería impedir la excesiva producción de citoquinas proinflamatorias (entre otras muchas funciones), pero la constante activación del eje hipotalámico-hipofisario-adrenal (HHA), como suele suceder durante el estrés crónico, podría producir una desensibilización de los receptores de glucocorticoides imposibilitando el bloqueo de dicha respuesta (aquí, aquí).

   Lo que está claro es que hay un nexo común entre la obesidad (aquí), la resistencia a la insulina (aquí), las enfermedades periodontales (aquí, aquí), la disbiosis intenstinal (aquí), las enfermedades autoinmunes (aquí), las enfermedades del corazón (aquí), la diabetes tipo 2 (aquí), el alzheimer (aquí), el cáncer (aquí) y la depresión (aquí), y este no es otro que la inflamación.

   En resumidas cuentas, la inflamación tiende a perpetuarse colonizando diferentes áreas de nuestro organismo y promoviendo la aparición de distintas patologías físicas y/o mentales que se retroalimetan en una espiral creciente y destructiva.

   Bueno, ¿y qué se puede hacer?. Está claro que el éxito no se mide únicamente por los kilos de tejido adiposo perdidos, sino por aquellos que además no volvieron a ser recuperados. Esto es lo realmente complicado. Todos pueden restar centímetros de su cintura utilizando la receta de siempre: contención calórica y/o ejercicio físico, pero por desgracia la vuelta atrás casi siempre estará garantizada. Para conseguir algo definitivo se requiere un cambio radical (pero progresivo), si somos los mismos de siempre la transformación vendrá dada con fecha de caducidad. Lo que necesitamos realmente es un CAMBIO DE ACTITUD. Si no somos capaces de transformarnos completamente, nuestra meta será sólo un objetivo puntual y transitorio. No debemos pensar en una dieta para un fin concreto, debemos buscar la mejor versión de nosotros mismos, y esto requiere algo más que una dieta y ejercicio físico.

   Creo que la gran mayoría conoce o puede identificar cuáles son esos alimentos perjudiciales, ¡venga!, seamos honestos, no hay una sola persona que tenga sobrepeso que no sepa señalar a grosso modo dónde puede estar su error. Se puede ser obeso pero no estúpido, ¡Claro que se sabe!, pero no pueden evitar cometerlo. Su resistencia es mínima y en cierto modo podría ser lógico..., esas citoquinas inflamatorias, de la que hablábamos antes, podrían haberse instalado también en el cerebro causando depresión (aquí). Este es el nexo común y bidireccional entre la obesidad y la depresión, el primero aumenta la expresión de citoquinas inflamatorias que instaladas en el cerebro pueden causar depresión, y esta a su vez anula la capacidad para realizar los cambios necesarios.

   ¿Cómo puede la inflamación disminuir nuestra capacidad de respuesta?. Disminuyendo los niveles de serotonina y dopamina en el cerebro. En el primer caso, la serotonina es dependiente de los niveles de triptófano, por lo que una caída en sus niveles reduciría la formación de serotonina en el cerebro y esto conduciría a síntomas depresivos en las personas susceptibles. La enzima idoleamine 2,3-dioxigenasa (IDO) es una vía alternativa para el metabolismo del triptófano cuya actividad es favorecida por las citoquinas inflamatorias que además de consumir este aminoácido, produce quinurenina (KYN) que al ser metabolizado podría reducir la liberación de dopamina (aquí). Esto traducido significa desmotivación, tristeza, ansiedad y menor respuesta a los estímulos de recompensa.

   Este puede ser en realidad nuestro verdadero lastre para lograr para alcanzar nuestros objetivos, pero aún así debemos tomar las riendas de nuestro cuerpo para tratar de cambiar poco a poco, sin prisas; hay que salir de ese desorden que nos provoca un comportamiento lleno de altibajos. Las radicalidades en las conductas alimenticias sólo son un indicio de que las cosas no marchan por el camino correcto. La anorexia y la bulimia podrían ser claros ejemplos de estas situaciones extremas y desesperadas en la que muchos jóvenes, y no tan jóvenes, caen con nefastas consecuencias para su salud. Tampoco hay que aferrarse a la promesa de inmediatez que muchas dietas milagro otorgan, porque estas están dentro de ese desorden del que hablo, solamente debemos centrarnos en alimentos de verdad, no es tan difícil (no los enumero que ya los conocéis). Pero lo mismo podríamos decir del deporte, la vehemencia con los que muchos se entregan en su actividad física podría estar enmascarando los mismos trastornos que los observados con la conducta alimenticia. Yo puedo entender las exigencias de determinados entrenamientos, y máxime cuando la competición deportiva se perfila en el horizonte, pero muchas personas tratan de equipararse con deportistas consagrados de muchos, muchos años, imitando, de modo chapucero, su proceder. Pero olvidan que todo en la vida es aprendizaje y cada uno debe caminar a su propio ritmo. Por otro lado, las maravillosas virtudes arrojadas en muchos estudios sobre los entrenamientos de alta intensidad pueden haber confundido a muchos ingenuos, que tratan de resolver sus problemas de salud en poco tiempo, haciéndoles creer que exprimirse todos los días en el gimnasio es el camino más adecuado para obtener unos resultados impresionantes. Y no, por supuesto que esto no es así. Hay que saber dosificar la alta intensidad como se hace con un medicamento, suministrándola con la necesaria progresividad, de este modo disfrutaremos de lo que estamos haciendo, ¿es tan difícil de entender?. No es cuestión de hacer algo durante un tiempo, es hacer algo para toda la vida. Este es el CAMBIO DE ACTITUD DEL QUE HABLO.

   Muchas de nuestras conductas enmascaran problemas emocionales y de autoestima que tratamos de corregir mitificando o idolatrando a aquellos que proyectan esa imagen de lo que nos gustaría ser...,sinceramente creo que debe ser muy frustrante empecinarse en ser algo distinto a lo que uno realmente es, y máxime cuando pensamos que ese algo puede conseguirse dejando de comer o induciéndose el vomito, en un quirófano, consumiendo esteroides o imitando los entrenamientos de esos supuestos "héroes" de pacotilla que inundan los gimnasios. Este es un problema de enfoque, tendemos a mirar hacia fuera y olvidamos que el verdadero cambio debe suceder en nuestro interior, porque lo que proyectemos finalmente, para bien o para mal, será exclusivamente nuestro. ¿Hay algo más gratificante que eso?

   Bueno, de una cosa sí que estoy seguro, y es que si no se produce ese cambio de actitud cualquier dieta o actividad física que se realice podría tener los días contados.

10 comentarios:

  1. Hola Carlos,
    discrepo de la idea de que los obesos tienen un problema de actitud. El problema que tienen es que han sido engañados y no saben cómo comer para salir de esa situación. No es glotonería, ni pereza.

    No creo justo culpar a la víctima del problema que sufre. Publiqué hace poco mi opinión, por si te interesa.
    Un saludo

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    1. ¡Hola Vicente!, no he dicho que las personas obesas tengan un problema de actitud, en todo caso lo que podrían tener es un problema con los kilos que tienen de más, y ni tan siquiera esto tendría por qué ser problemático. No siempre el tejido adiposo se vuelve inflamatorio y foco te trastornos metabólicos, pero lo que está claro es que sin un cambio de actitud, esa remodelación corporal podría tener fecha de caducidad. Es posible que puedan existir personas obesas que se sientan engañadas…, no voy a negar que en determinadas circunstancias algunos anuncios pueden producir (deliberadamente) ideas equivocadas, máxime si posteriormente esa información no se contrasta adecuadamente, pero creo que la gran mayoría, al menos los que han intentado en alguna ocasión adelgazar, saben más o menos cómo actuar para disminuir la grasa corporal.

      Yo me pregunto, ¿por qué una persona que decide empezar a cuidarse, prestar atención a su comida, realizar una actividad física…, en un momento determinado abandona precipitadamente estos cambios favorables y vuelve con desesperación a sus viejos hábitos?, ¿desconocimiento?, lo dudo, ¿falta Información?, vivimos en la era de la información y ni tan siquiera hace falta que pierdas el tiempo buscándola en libros o en la red, también puedes contratar los servicios de un buen D-N, pero esto no te garantiza en absoluto que esa transformación que esperas se materialice en el largo plazo, porque al final, seas o no la víctima, el problema es solamente tuyo, y aunque haya alguien dispuesto a echarte una mano, la resolución definitiva dependerá única y exclusivamente de tí, y sin ese cambio de actitud de poco te servirá toda la información del mundo.

      ¡Un saludo!

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    2. Hola Carlos,
      sin ánimo de discutir, sino solo de charlar, he sido obeso los últimos años de mi vida y no estoy de acuerdo con eso de que "no hay una sola persona que tenga sobrepeso que no sepa señalar a grosso modo dónde puede estar su error". Ahora lo miro y veo que yo comía fatal (pan, pasta, pizza, cereales con chocolate, y de vez en cuando galletas con chocolate, bizcochos de chocolate, donuts de chocolate), pero hacía mucho deporte. Si hubiera sabido comer bien, te aseguro que lo habría hecho. Yo creo que es mucho más culpable que yo, en mi pasada obesidad, el paradigma de las calorías, el que te digan que da igual lo que comas, siempre que comas poco o hagas mucho ejercicio. Es falso y conduce a la obesidad.

      En cuanto porqué la gente empieza a hacer deporte y lo deja, pues yo diría que es por lo mismo por lo que se abandonan las malas dietas: porque no llegan los resultados. Estoy seguro de que un programa de ejercicio acompañado de la dieta adecuada, si proporciona resultados, tiene mucha menos tasa de abandono. La gente no abandona las dietas por ser poco constante, sino porque la mayor parte de las dietas recomendadas por D-N son totalmente contraproducentes para tener una buena salud.

      Es cierto que hay gente que no está dispuesta a sacrificarse para conseguir mejorar su salud, pero el primer paso es darle la "receta" correcta. Con "recetas" contraproducentes el abandono no es síntoma de falta de actitud, sino de falta de resultados.

      Sí, falta información bien encaminada. Sobran D-N indicando el camino equivocado (no lo digo por ti, obviamente).

      Reitero que no tengo ánimo de polemizar. Lo que pasa es que cuando yo veo a una persona obesa nunca pienso que sea culpable de su situación, sino más bien que la pobre no sabe salir de ahí porque le están recomendando hacer lo contrario de lo que necesita. No puedo pensar que en el fondo esa persona sabe que lo que le cuentan sobre nutrición es mentira.

      ¿Has visto FED UP? Es muy impactante ver cómo personas jóvenes intentan perder peso pero no tienen ni idea de cómo hacerlo, y por ejemplo toman grandes cantidades de cereales pensando que están comiendo sano.

      Un saludo

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  3. No, no te preocupes no creo que estemos polemizando, simplemente tenemos matices diferentes para un tema de por sí ya bastante controvertido.

    Yo por suerte no he sido nunca obeso, aunque sí manifesté cierto sobrepeso en la niñez, pero puedo decir que mi físico actual no ha sido ni mucho menos cuestión de suerte, además de un poco de conocimiento en nutrición y deporte, que no voy negar, lo que realmente me ha salvado de ser obeso es mi extremada disciplina para conseguir todo aquello que me proponía, ¿cuestión de actitud?, puede.

    Es verdad que he dado “palos de ciego” y con no pocos errores, pero he logrado no sólo evitar aquello a lo que parecía predestinado, sino también añadir una buena cantidad de kilos de músculo en lo que considero un físico pulcro y bien trabajado. Cualquiera que me viera podría pensar que yo era de esos que se dice de “genética privilegiada”, pero nada más lejos de la realidad. Todo ha sido cuestión de esfuerzo y sacrificio, de ensayo y error, pero he llegado hasta donde quería gracias a una fuerte motivación. La vida es cuestión de aprendizaje y perfeccionamiento, y eso es lo que he tratado OBJETIVAMENTE de hacer siempre. He buscado mi propio camino, alejándome de las corrientes establecidas por otros, y si en algún momento he compartido alguna tendencia pronto me he desvinculado de ella buscando mi propia idiosincrasia. Se podría pensar que yo llegué hasta donde quería por puro instinto pero mentiría si no dijera que fueron más bien los varapalos sufridos, frutos de no pocos errores, los que marcaron la hoja de ruta.

    Es esa, para bien o para mal, la actitud que me define, y digo también para mal, porque no siempre una alta motivación es sinónimo de éxito…, algunas de mis grandes lesiones obedecen también a esa actitud fuerte y decidida, ¡así es!. Al final todo es una cuestión de equilibrio, eso es lo que estoy tratando de aprender ahora.

    Pero te voy a contar un tema personal para que te des cuenta que no siempre detrás de un obeso existe desconocimiento. En mi propia familia también tengo un caso, ella sabe lo que debería comer y de qué “alimentos” alejarse para poder adelgazar, y lo sabe no sólo por mí, sino porque además de ser una persona inteligente y consciente de las consecuencias que para su salud puede acarrear la obesidad, también ha tratado de informarse extensamente por su cuenta. Pero ni tan siquiera este conocimiento del adecuado proceder ha sido suficiente para conseguir acercarse ni tan siquiera a un peso medianamente razonable, ¿por qué…?

    Claro, además de la obesidad habría que sumar hipotéticos problemas personales, depresión, y más…, todo esto añade una nueva dimensión que lo hace extremadamente complejo y que difícilmente podría arreglarse por el mero hecho de saber. Es posible que su cerebro también se haya vuelto “obeso”, su motivación es nula…, ¿falta de dopamina y serotonina?, ¡quién sabe!

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  4. Hola Carlos,
    te cuento yo también un caso: dos familiares directas de mi mujer están muy muy gordas. Me han visto adelgazar, saben cómo lo he hecho, saben que mantengo el peso desde hace 11 meses, y sin embargo ellas siguen comiendo igual. Lo que yo pienso: si su médico les dijera que deben comer como yo, ¿seguirían comiendo lo mismo? Ahora mismo ellas creen más la palabra de los médicos que lo que yo les pueda decir o lo que sus ojos puedan ver. ¿Las culpamos a ellas de falta de fuerza de voluntad, o culpamos a los que les dicen que necesitan pan para vivir y que la grasa engorda? Yo diría que a los segundos. Mientras el mensaje oficial sobre lo que es sano no cambie, todos somos víctimas.

    Entiendo que en el caso que me cuentas pueda ser diferente, si como dices esa persona sabe lo que tiene que hacer y no lo hace.

    Tú asocias tu buen estado de salud con tu esfuerzo y sacrificio. Fíjate que yo era obeso hace tan solo año y medio y sin embargo saqué una ingeniería complicadilla suspendiendo un único examen en toda la carrera. A base de muchas horas de dedicación, casi todas, en lugar de pasarlas rascándome la barriga o saliendo de fiesta. Y he hecho deporte toda mi vida. Yo no asociaría esos rasgos con ser una persona sin fuerza de voluntad, ni con ser un perezoso ni sedentario. Y estaba obeso. Mi problema era no saber comer. Y aunque ahora pueda parecer que soy idiota por comer lo que comía, cuando ves que comer lo que nos dicen que es sano no mejora nada la situación desaparece por completo el incentivo para hacerlo. Y total, ¿no nos dicen que lo que comes es lo de menos, si luego lo "quemas"?

    Para acabar, te cuento un caso que me llamó la atención: hace un par de semanas estaba viendo un partido de fútbol de aficionados y en el descanso salieron al campo un padre con su hijo. El padre de portero y el niño chutaba a gol. El padre, bien obeso, y el hijo, de unos 8-9 años, casi más ancho que alto (exagero un poco, pero para que te hagas una idea). El niño tenía bastante velocidad y habilidad con el balón. Me parece imposible que un niño a) de esa edad y b) que juega bien al fútbol haya podido ser sedentario ni un solo minuto de su vida. Quizá me equivoque, pero apostaría algo a que adivino qué comen.

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    1. Comparto en cierto modo tu punto de vista, pero creo que simplificas en exceso, es verdad que existe cierta alimentación que puede ser considerada como “ basura” por su alta cantidad de azúcares, snacks, harinas refinadas, grasas trans, fructosa, etc, etc, pero fuera de estos casos extremos, una dieta que sigue esa línea oficial de 60-25-15, con alto consumo de hidratos de carbono procedente de cereales integrales, no tiene porque producir obesidad si las calorías son las adecuadas. Esto es indudable, pero es cierto que determinadas personas encuentran dificultades para mantener el hambre a raya en una dieta alta en hidratos, esto no quiere decir que esta dieta sea obesogénica de por sí, de hecho seguro que tú conoces, como conozco yo, a personas sedentarias que se mantienen en perfectas condiciones con una dieta de estas características. Por tanto, tampoco podemos señalar a este tipo de dietas, incluida la mediterránea, como dietas malévolas que han traído una epidemia de obesidad a nuestro planeta. De hecho los estudios indican que supremacía de la dietas baja en hidratos en la pérdida de peso se diluye en el tiempo en comparación con aquellas otras más alta en hidratos, por lo que las diferencia a la vuelta de un año son irrelevantes....

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    2. Coincido contigo en que hay alimentos que deben ser evitados o reducidos al mínimo, como pueden ser aquellos que he enumerado antes, pero fuera de estos casos, hablar de la supremacía de una dieta sobre otra me parece que es señalar en el lugar incorrecto. Deberíamos, tal vez, centrarnos en las diferencias individuales que nos hacen portadores de metabolismos y entornos hormonales que condicionan el modo en que nuestro organismo va a “procesar” los alimentos ingeridos. De hecho también deberíamos atender a nuestras bacterias intestinales, ellas sin duda tienen muchos que decir, no sólo porque su disbiosis favorezca un ambiente proinflamatorio capaz de alterar nuestra sensibilidad a la insulina, sino también porque tienen la capacidad de restituir un buen número de calorías en forma de ácidos grasos de cadena corta de esa parte de la fibra alimenticia que no es degradada enzimáticamente, lo que nos indica que la cuestión es enormemente compleja. Pero, ¿y el estrés crónico? Este también crea un ambiente desfavorable. La constante activación de eje HHA, contribuye al aumento de glucocorticoides los cuales pueden producir resistencia a la insulina, aumentar los niveles de glucosa en sangre y favorecer el estado de obesidad, eso sin tener en cuenta que podría deprimir la enzima 5’ deiodinasa, encargada de convertir la hormona T4 en T3 reduciendo de este modo el metabolismo. Pero también debemos pensar que cuanto mayor sea nuestro tejido adiposo, más feas se pueden poner las cosas, esto es debido a la mayor expresión de dos enzimas: la aromatasa y la 11HSD-1, la primera disminuye la testosterona y aumenta los niveles de estrógenos, y la segunda recicla la cortisona aumentando los niveles de cortisol local. Pero qué duda cabe, que también la forma en que los lípidos son almacenados en los adipocitos puede tener consecuencias nefastas para nuestro metabolismo, favoreciendo no sólo un ambiente pro-inflamatorio sino que además se podría producir también el almacenamiento ectópico de grasa inundando otros tejidos y causando la disfunción mitocondrial por aumento de ROS y peroxidación lipídica, ( algo que también tiene que ver con la expresión de las proteínas desacoplantes UCPs). La hipertrofia y la hiperplasia son las dos formas en que se podría aumentar el reservorio graso dentro del organismo, mientras ambos se den de modo adecuado quizás ese ambiente inflamatorio no se produzca pero si principalmente el adipocito aumenta su volumen mediante hipertrofia esto podría conducir a un fenómeno de hipoxia que en un momento determinado desencadenaría una serie de respuestas celulares que causaría el estrés del retículo endoplasmático y la activación de vías inflamatorias como el factor nuclear kappa beta…, Y todo eso sin tener en cuenta los cambios que se pueden producir a nivel cerebral en las neuronas encargadas de los procesos que regulan el hambre y la saciedad. Y no he mencionado ni tan siquiera a otras hormonas como grelina, leptina, incretinas, glucagón etc, etc. ¿Qué te quiero decir con todo esto? Que el tema es muy, muy complejo, y cada dieta debe ser individualizada adecuadamente. Si generalizamos y nos basamos únicamente en el discurso dietas low carb vs high fat corremos el riesgo de simplificar en exceso y señalar a los alimentos como únicos culpables del panorama actual. Pero dicho todo esto, si creo que una dieta algo más baja en hidratos, más alta en grasas y también en proteínas podría ser más adecuada para la gran mayoría, y por eso mantengo que las actuales recomendaciones deberían ser revisadas, pero yo cada vez me refiero menos a porcentajes, creo que en función de nuestra actividad física, grado de sensibilidad a la insulina y de obesidad se puede y se debe variar…
      Es un placer poder charlar contigo y compartir experiencias, creo que tu blog es excelente y tu experiencia puede ayudar a muchas personas que en estos momentos se encuentren perdidas.

      ¡Un saludo!

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  5. Hola de nuevo :)
    estamos de acuerdo en eso de que cada uno es diferente y no a todos nos sienta la comida igual. En mi familia, por ejemplo, tengo un hermano y un tío diabéticos. ¿Es casualidad que yo acabara obeso, siendo que tengo historial familiar de intolerancia a los hidratos de carbono? Posiblemente no es casualidad. Y sí, conozco casos de personas que comiendo así no engordan. Por ejemplo, con frecuencia encuentro a un compañero de trabajo almorzando enormes bocadillos, y está como un palillo...

    En cuanto a lo de que el efecto de las dietas low-carb se diluye en el tiempo, mi experiencia personal dice lo contrario. Mi abdomen, en concreto, dice lo contrario. Y las referencias de la gente que afirma eso suelen usar estudios en los que en el largo plazo se dejó de comer low-carb (ver o ver).

    Nota: en las últimas semanas he ganado un poco de "peso", pero mirándome el abdomen sé que es musculatura, no grasa.

    Un placer charlar contigo :)

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  6. Es a eso a lo que me refería en este post, sin un verdadero CAMBIO DE ACTITUD el camino elegido tendrá fecha de caducidad, no es tanto adelgazar; todos podrían conseguirlo incluso con dietas generalistas e hipocalóricas puestas por el endocrino, nutricionista o médico de turno, pero en el largo plazo, ¡ay amigo en largo plazo!, eso ya es otro cantar, porque lo más normal es que tarde o temprano se regrese al origen del movimiento. Por eso he dedicado tantos y tantos post a la flexibilidad metabólica y la importancia que adquiere el ejercicio físico no sólo de alta intensidad sino también los de MODERADA Y BAJA INTENSIDAD, y no porque estos últimos sean mejores o peores que los primeros para inducir una mayor pérdida de tejido adiposo sino porque también son necesarios para producir una auténtica remodelación mitocondrial que es al fin y al cabo lo que determinará finalmente que puedas adquirir una adecuada sensibilidad a la insulina, permitiéndote acoplar posteriormente la cantidad justa de carbohidratos sin necesidad de restringir indefinidamente ningún macronutriente, que es lo que suele ocurrir cuando las dietas caminan por los extremos, algo que sin duda podría poner freno no sólo al rendimiento físico sino también perjudicar nuestra salud. No es por tanto, cuestión de señalar un macronutriente concreto, es cuestión de poder tolerar su justo consumo, esto requiere de una precisa individualización para poder determinar exactamente la cantidad óptima, algo que sin duda puede variar con el transcurrir del tiempo. Es por ello que los niños, por regla general, exhiben una amplia flexibilidad metabólica que les permite mantener un elevado consumo de hidratos con los mínimos efectos, pero con el paso del tiempo esa flexibilidad tiende a disminuir mostrando su mayor deterioro con la vejez. Por ello, la implicación hormonal y la masa muscular bien trabajada se convierten en un puntal imprescindible a medida que se produce el envejecimiento, de este modo se puede mantener un elevado ratio testosterona/cortisol que favorecerá una adecuada flexibilidad metabólica permitiéndonos consumir hidratos de carbono en las cantidades justas y necesarias para poder satisfacer nuestras EXIGENCIAS FÍSICAS REALES. ¡Ojo! Esto no significa barra libre de hidratos de carbono, tan sólo que debemos encontrar la cantidad que nos permita desenvolvernos enérgicamente sin aumentar por ello el tejido adiposo. Esta cantidad es individual, y dependerá no sólo del tipo de actividad física realizada sino también del funcionamiento de nuestro metabolismo, donde sin lugar a dudas también incluyo la microbiota intestinal.

    Bueno Vicente, lo dicho, un placer haber podido intercambiar contigo opiniones sobre este tema tan complejo que es la obesidad.

    Para lo que quieras ya sabes dónde encontrarme.

    ¡Un saludo!

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