domingo, 24 de mayo de 2015

AUMENTAR EL GLUCÓGENO MUSCULAR Y OXIDAR GRASAS I

    ¡Aumentar el glucógeno muscular y oxidar grasas! Estas son ideas que suelen rondar mi cabeza muy a menudo, como si en realidad,  encerraran la clave de algo. Pero, ¡la clave de qué...?, ¿de una salud férrea?, ¿de un mayor rendimiento físico?, ¿de un físico magro...? Quién sabe, quizás la clave de todas ellas. 

    Son múltiples los trastornos que suceden cuando la homeostasis orgánica, desaparece. En nuestro cuerpo siempre se suceden situaciones metabólicas y hormonales que se repiten una y otra vez; subidas y bajadas que describen ondas de escrupulosa simetría. Incluso nuestro pensamiento queda influido por este patrón rítmico y pendular que fluye siempre del mismo modo, y aunque su duración pueda ser variable, siempre en las bajadas o en las subidas se impone pasar por esa línea recta, equidistante entre las crestas y los valles, que marca la senda del 
equilibrio.

    Todos sabemos del patrón rítmico con el que multitud de hormonas son secretadas diariamente en nuestro cuerpo siguiendo diferentes fases como sucede, por ejemplo, durante el sueño o la vigilia, o aquellos otros que regulan, cada 28 días, el ciclo menstrual en las mujeres. Pero, lo que realmente me interesa ahora, es conocer lo que sucede hormonal y celularmente, entre ayuno y alimentación. 
   
    Sabemos que el sustrato energético preferido por nuestras células, después ingerir alimentos, es la glucosa y,  posteriormente, durante las horas de ayuno, los ácidos grasos son los que toman la revancha. De la adecuada conmutación entre el consumo de glucosa y ácidos grasos por parte de nuestras células, dependerá en gran medida nuestra salud y rendimiento físico. Pero viendo la situación, esto no parece una tarea sencilla. 

   Cuando nos alimentamos, el aumento de glucosa es percibida por las células beta del páncreas que capta la glucosa gracias a los transportadores GLUT-2, secretando la cantidad justa de insulina. Esta hormona, al llegar a los tejidos periféricos (músculo esquelético y tejido adiposo) produce la fosforilación del sustrato receptor de insulina (IRS-1) estimulando la translocación de los transportadores GLUT4 a la superficie de la membrana celular y produciéndose la captación de glucosa. ¡Vale!, y una vez que entra en la célula, ¿qué ocurre? Bueno, la glucosa es fosforilada (enzima hexoquinasa II) y convertida en 
glucosa-6-fosfato. Y a partir de aquí, surgen varias posibilidades: 
    • Que siga la vía glucolítica, para obtener inmediatamente energía
    • Que se convierta en glucógeno en el músculo, que es la forma en que puede guardarse cierta cantidad de glucosa para su uso posterior (esto es importante, como luego veremos)
    • Que después de seguir la vía glucolítica, se forme más de Acetil CoA del que puede ser utilizado, y deba ser drenado fuera de la mitocondria en forma de citrato favoreciendo la formación de lípidos
  Cuando las concentraciones de insulina son altas, la mayor parte de la glucosa plasmática será captada por el músculo. Este tejido es el que más contribuye a la homeostasis de la glucosa. En estos momentos nuestro metabolismo se convierte en un eficiente quemador de azúcares, priorizándose su uso frente al de los ácidos grasos. Nuestro tejido adiposo también capta glucosa, pero su intervención es mucho menor. De este modo, trasladamos el exceso de glucosa plasmática a las células. Nuestro tejido hepático también recoge glucosa que puede almacenar en forma de glucógeno o convertirla en grasa en un proceso denominado lipogénesis de novo. Aunque esta captación de glucosa es independiente a la acción de la insulina, esta hormona tiene una función importante en el hígado al inhibir la producción hepática de glucosa (gluconeogénesis y la glucogenólisis), esto es lógico, si nuestra alimentación contiene azúcares, ¿para qué necesitamos producir más glucosa? 

    Posteriormente, cuando la insulina segregada por el páncreas hubiese conseguido su objetivo de reducir la glucosa en sangre, se producirá el proceso inverso; y el aumento de glucagón y consecuente disminución de la insulina, favorecerá la utilización de las grasas almacenadas como fuente de energía. Aunque los ácidos grasos (y cuerpos cetónicos) no servirán para satisfacer con exclusividad las necesidades energéticas de todas las células de nuestro cuerpo, pues un porcentaje de nuestro cerebro y tejidos neurales seguirán dependiendo de un aporte constante de glucosa en las horas de ayuno; de esto se encargará, ahora sí, nuestro hígado, que por el aumento de la gluconeogénesis y glucogenólisis suministrará la justa cantidad de glucosa en una concentración que impida una drástica elevación de la insulina; algo que pondría poner fin a la lipólisis de nuestro tejido adiposo. Esta es la SITUACIÓN NORMAL. Pero si estamos tratando de adelgazar podría ser que no nos encontremos en esta situación tan idílica, ¡qué le vamos a hacer?

  Todos pensamos que para disminuir nuestro tejido adiposo debemos mantener los niveles de insulina bajos para que se produzca la desinhibición de HSL, y se favorezca, de este modo, el flujo de lípidos a las centrales eléctricas. Pero me temo que esto podría ser insuficiente. Para entender bien este proceso, debemos salir de las situaciones teóricas y meternos de lleno en el proceloso mundo de las resistencias hormonales. 

   Pero antes, una adivinanza: ¿Qué fue primero, la gallina o el huevo...? Difícil responder a esta paradoja, ¿verdad? Pues lo mismo cabe preguntarse con las resistencias periféricas a la acción de la insulina. ¿Dónde comienza antes?, ¿en el tejido adiposo?, ¿en la maquinaria muscular?, ¿en el hígado...? Bueno, y qué importancia tiene esto. Creo, que mucha. Si podemos determinar el primer sitio donde la acción fisiológica de la insulina deja de ser efectiva, tal vez, podríamos tener más posibilidades de evitar su aparición y, si esta hace acto de presencia, revertir con más garantías esta condición patológica. 

   Y no, no siempre es el exceso de tejido adiposo la antesala de la resistencia a la insulina o la diabetes, aunque todo hay que decirlo, esta posteriormente podría "atornillarnos" indefectiblemente a esta condición empeorando aún más las cosas. Pero, creo que su inicio se encuentra en el lugar que más contribuye a la homeostasis de la glucosa: el músculo esquelético.

   Cuando, los niveles de glucosa son altos, como puede suceder durante una comida copiosa rica en hidratos de carbono, el tejido muscular previa estimulación insulínica debería captar la mayor parte de la glucosa plasmática, pero, cuando la capacidad para almacenar glucosa en forma de glucógeno se deteriora, esta cantidad de glucosa que deja de captar el músculo se mantiene durante más tiempo en el plasma hasta que puede desviarse a la formación de lípidos en el hígado. Bueno, no pasa nada, estos triglicéridos recién formados, aunque pueden ser almacenados en los hepatocitos y/o hidrolizados nuevamente para ser utilizados como fuente de energía, lo más normal es que acaben fuera del hígado, exportados en forma de partículas VLDL. Triglicéridos que serán recibidos con los brazos abiertos por el tejido adiposo. Claro, no pasa nada, hasta que pasa. Cuando el hígado empieza a acumular más grasa de la que buenamente puede gestionar, los problemas no tardarán en aparecer; y es que no sólo debemos contar con la grasa formada por este exceso de carbohidratos, sino que además debe tratar también con los lípidos que le llegan de la dieta y los procedentes de la lipólisis del tejido adiposo. Y si a esto añadimos que los altos niveles de fructosa y de alcohol también pueden redundar en esta infiltración grasa, creo que todos nos imaginamos lo que puede ocurrir con tantos lípidos. Bueno, esto tiene un nombre: hígado graso no alcohólico (HGNA) y se caracteriza precisamente por causar RESISTENCIA HEPÁTICA A LA INSULINA, siendo un factor de riesgo conocido en el síndrome metabólico (aquí)

   Recapitulemos para no perdernos. La insulina, estimula la captación de glucosa plasmática en el músculo esquelético; en condiciones normales, la mayor parte de ella será utilizada para rellenar el glucógeno muscular, gracias a la activación de la enzima glucógeno sintasa que también procura la insulina. Pero en un momento determinado, esta síntesis de glucógeno se deteriora; este hecho es el que puede representar el inicio temprano de la resistencia a la insulina, el porqué sucede, no está del todo claro, quizás causas genéticas o epigenéticas, pues familiares de personas diabéticas presentan ya este problema (aquí, aquí).  Una menor capacidad de nuestro músculo para formar glucógeno disminuye la captación de glucosa y facilita que esta sea tomada por otros tejidos, como el adiposo y el hepático, favoreciendo la formación de lípidos (lipogénesis de novo). Pero, también hay algo que debemos tener en cuenta, y es que la vía glucolítica no parece haberse deteriorado del mismo modo (al menos al principio), esto posibilita que la glucosa tomada por el músculo siga la vía glucolítica y llegue a la mitocondria, lo que podría plantear un problema  si nuestra dieta es excesivamente rica en hidratos de carbono (y calorías), y es que el exceso glucosa que sigue la vía oxidativa aumente las concentraciones de citrato, favoreciendo la formación de Malonil coa y la síntesis de ácidos grasos en el músculo (aquí), que además de impedir la correcta oxidación de lípidos en el músculo al inhibir CPT1, posibilita el aumento de intermediarios lipídicos como los diacilgliceroles (DG) o ceramidas (que ya hemos visto que puede causar resistencia a la insulina) (aquí

    Es decir, la menor síntesis de glucógeno muscular posibilita una mayor formación de lípidos en el hígado y su exportación posterior al tejido adiposo (también la lipogénesis de novo en el propio músculo). En principio, esto no tendría por qué ser problemático, pero la realidad es que una dieta muy rica en hidratos de carbono, en estas personas, supone un trabajo añadido para tejido hepático que debe tratar de absorber la glucosa no tomada por el músculo y convertirla en grasa. Menos glucosa en forma de glucógeno es restar eficacia a nuestra musculatura. Si posteriormente esos triglicéridos que se forman no tienen la más mínima oportunidad de ser oxidados, estaríamos facilitando no sólo el aumento de nuestro tejido adiposo, sino que esas tiendas de lípidos que se van creando en nuestras fibras musculares y en el tejido hepático estarían fomentando futuras resistencias hormonales. Este es el auténtico problema.

    Entonces, ¿qué podemos hacer?, ¿cómo podemos oxidar completamente todo el tejido adiposo que nos sobra? Esta es la clave, oxidar, oxidar...

 
    Bueno, dependerá del punto donde nos encontremos. Si presentamos un exceso de tejido adiposo pero nuestra glucosa en ayunas y lípidos sanguíneos se encuentran en un rango adecuado, cabría pensar que nuestra resistencia a la insulina está siendo superada por una mayor cantidad de insulina. Lógicamente, esta hiperinsulinemia que se crea, promueve el aumento de SREBP-1c (proteína de unión al elemento regulador de esteroles)  que regula la transcripción de las enzimas implicadas en la lipogénesis, justamente lo opuesto a lo que queremos conseguir, por ello debemos procurar disminuir los niveles de insulina para incentivar la lipólisis. Esto impone reducir ligeramente los hidratos de carbonos (y calorías), y mantener una cierta distancia en la frecuencia de las comidas para que se procure una fluctuación adecuada entre la insulina y glucagón. Supongo que esta será la situación de la gran mayoría. El problema surge cuando además de la obesidad añadimos el resto de componentes del síndrome metabólico. ¿Sería adecuado también una dieta alta en grasas para ellos? Es complicado dar una respuesta única. Si nuestro tejido adiposo ya es resistente a la insulina estará emitiendo grandes cantidades de FFA al hígado, y estos incentivarán no sólo la producción de partículas VLDL enriquecidas con triglicéridos sino que también favorecerán la producción de glucosa hepática, ¿mejorará esta condición añadir más grasa? Depende, sí somos capaces de oxidar todos los ácidos grasos que llegarán a los tejidos, no sólo procedentes de la dieta sino también los que serán liberados del tejido adiposo y además somos capaces de adelgazar, sin duda que estaremos forzando a nuestro cuerpo a entrar en el modo "quema de grasas". Pero si el aporte de grasas es superior a nuestra capacidad para oxidarlas, creo que tendremos problemas, quizás este sea el motivo del aumento de colesterol LDL y glucosa en ayunas que algunos han experimentado tras llevar una dieta alta en grasas. 

  Pero es verdad, se me olvidada, la 
síntesis de glucógeno...,si no somos capaces de mejorar su formación, estaremos siempre expuestos a una vuelta al punto de partida. ¿Cómo restaurar esta capacidad? Lo dejo para el siguiente post.

6 comentarios:

  1. Excelente Post! Que ganas de leer el siguiente!!!!
    Un saludo!

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  2. Hola Carlos, decirte que he leído varios de tus posts y me parece que hablas muy bien y que ofreces el punto medio exento de modas y sensacionalismo que dice mucho de ti y tus conocimientos.
    Aunque no tenga que ver mucho con este post, quería preguntarte que opinas sobre que nivel de definición alcanzar al perder peso.
    Te explico, soy delgado por naturaleza, con algo de músculo, y tras llevar 5-6 meses en volumen, he pensado en definir, y poco a poco he perdido algo de grasa, estimo que estaré en un 8-10%. Ahora bien, si no tengo pensado competir en nada que exija menos nivel de grasa, serviría de algo definir? o lo recuperaría en cuanto subiese las calorías a la mínima? Lo digo porque había pensado en seguir hasta verme en un 6-7%, pero no se si perderé al final mucha masa muscular, ni si merece la pena. A lo mejor me haría más sensible a la insulina, o bajaría el nivel de estrógeno, o movilizaría la grasa rebelde que no elimino de hace mucho tiempo, pero si no ofrece estos u otros beneficios, no se si me merecerá la pena bajar hasta esos niveles de grasa.
    Perdona por enrollarme, quería que quedase todo claro. Por cierto, tengo 18 años
    Un saludo y gracias por la página

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    1. ¡Hola! Yo, en tu lugar, quizás no llevaría la definición más allá, pero es verdad que probar al final es conocerse mejor... El principal problema que te vas a encontrar es poder mantener la masa muscular. Cuando el grado de definición se pretende llevar a un punto extremo es fácil degradar masa muscular, algo que no nos interesa. La mejor forma para mantener el tejido muscular sería aumentando el consumo de proteínas, ¿cuántas debes consumir? como siempre esta cuestión resulta muy difícil de resolver..., en la segunda parte de este post he dejado la referencia a un estudio donde se trata de precisar la cantidad más adecuada de proteínas en la pérdida de peso en atletas, la conclusión es que se debe aumentar la cantidad de proteínas mientras se restringen las calorías, pero añadir más de 2'5 gramos/kg peso podría no representar ya ninguna ventaja. Prueba y cuéntame cómo te fue.

      ¡Un saludo!

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    2. Probaré la Ultimate Diet 2.0 en cuanto acabe la selectividad, muchas gracias por la respuesta :)
      De todos modos mi duda era más bien si tendría beneficios a largo plazo el mantener esos niveles, como reducir el set point de grasa, volverme más sensible a la insulina, o eliminar grasa rebelde que de no eliminarla cada cierto tiempo pudiese volverse más rebelde o algo por el estilo, osea, más bien los beneficios a largo plazo.
      Perdón por abusar jeje un abrazo y gracias ;), te informare en un futuro de como me ha ido

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  3. Al releer este post he recordado porque este es mi blog favorito. Contenido, redacción... Brutal. Gracias

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    1. Gracias a tí Paloma por tener tan buena opinión de mi blog.

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